Más allá de lo visual, el estrabismo en adultos puede convertirse en una experiencia profundamente condicionante a nivel social, emocional y psicológico. Claudia Caballero, optometrista especializada, defiende en esta entrevista una mirada más humana, empática e integradora del tratamiento, en la que la Terapia Visual se combine con un acompañamiento emocional respetuoso y consciente. Una reflexión que invita a replantear el papel del profesional de la visión ante realidades que muchas veces han permanecido en silencio durante años.
¿Cuáles son algunos de los desafíos más comunes que enfrentan los adultos con estrabismo en su vida diaria?
El estrabismo en adultos no solo afecta la visión, sino también su día a día de formas más sutiles pero igual de significativas. Muchos pacientes refieren dificultades con la percepción de profundidad, lo que puede interferir en tareas cotidianas como conducir, caminar por espacios concurridos o practicar deporte, entre otras.
A esto se suma la carga visual que implica el esfuerzo constante por compensar o controlar la desviación ocular, lo que con frecuencia genera fatiga visual, dolores de cabeza o dificultades para mantener la concentración en actividades que requieren atención visual prolongada, como el uso de pantallas.
Además, el impacto social no es menor: el miedo al contacto visual, la inseguridad por la posibilidad de que otros noten la desviación, o simplemente la incomodidad de sentirse observados por este motivo, puede limitar la interacción con los demás y afectar directamente la autoestima del paciente.
¿Qué efectos a nivel emocional e interpersonal puede causar el estrabismo?
A nivel emocional, el estrabismo puede generar una profunda sensación de inseguridad, especialmente en situaciones sociales donde el contacto visual juega un papel clave. Muchos adultos con esta condición experimentan vergüenza o ansiedad al hablar cara a cara, lo que puede llevarlos a evitar reuniones, entrevistas o incluso algo tan cotidiano como mirar a los ojos.
Con el tiempo, esta tensión acumulada puede derivar en aislamiento social, baja autoestima, sentimientos de inferioridad e incluso síntomas de ansiedad o depresión. Además, como no siempre es comprendido por el entorno, muchas personas sienten que deben ocultar o restar importancia a su situación, lo que incrementa aún más la carga emocional que llevan consigo.
¿Qué papel debe jugar el optometrista a la hora de ayudar a gestionar los efectos negativos personales que tiene la desviación ocular en un paciente?
El optometrista tiene un papel fundamental, no solo desde el abordaje clínico, sino también como figura de apoyo empático y validante. Cada desviación ocular suele venir acompañada de una historia emocional que, en muchos casos, ha permanecido en silencio durante años. Por eso, es clave que escuchemos activamente, que miremos al paciente de forma integral y que no reduzcamos su experiencia a datos objetivos o a la función motora ocular.
Como profesionales de la visión, también tenemos la responsabilidad de visibilizar el impacto emocional que puede tener el estrabismo, hablar de ello con naturalidad y ofrecer herramientas que no solo mejoren la función visual, sino que acompañen al paciente en la aceptación de su imagen y en la reconstrucción de su autoestima y confianza.
"Ver y ser visto, en todos los sentidos, van de la mano."
¿Por qué es importante que se de una integración entre acompañamiento psicológico y emocional en el tratamiento de estrabismos en adultos?
Porque el tratamiento del estrabismo en adultos no puede ser únicamente técnico: debe ser también profundamente humano. Muchos pacientes llegan con una larga trayectoria emocional vinculada a su condición, marcada por experiencias difíciles en distintas etapas de la vida. Aunque la terapia visual puede mejorar significativamente la función y la estética ocular, en algunos casos no es suficiente si no se acompaña también el proceso interno que cada persona ha vivido.
La integración con profesionales de la psicología permite ofrecer un enfoque más completo y respetuoso con la historia individual de cada paciente. En ciertas situaciones, el acompañamiento emocional es clave para ayudarles a resignificar su experiencia, reforzar su autoestima y gestionar emociones como la vergüenza, el miedo o la inseguridad. Además, crear un entorno terapéutico seguro puede favorecer, en muchos casos, el propio avance visual. Ver y ser visto, en todos los sentidos, van de la mano.