Nuestra atención es capturada por la mirada

Nuestra atención es capturada por la mirada

Resumen: Cuando las personas establecen contacto visual con otra persona, se requiere su atención de inmediato y esto provoca una distorsión en la percepción temporal. Sin embargo, el cambio en la percepción del tiempo no varía cuando las personas miran elementos u objetos no sociales.

Los ojos juegan un papel importante en la comunicación social al expresar las intenciones de nuestros interlocutores, y más aún en tiempos de pandemia, cuando la mitad de la cara está oculta. Pero, ¿este contacto visual es automático y rápido? ¿Se basa en una reacción atencional prioritaria o, por el contrario, en una reacción emocional particular?

Para responder a estas preguntas, investigadores de la Universidad de Ginebra (UNIGE), Suiza, analizaron la forma en que procesamos la mirada humana, centrándose en la estimación de la duración temporal de las interacciones sociales.

Los investigadores descubrieron que cuando establecemos contacto visual con otra persona, se requiere directamente nuestra atención, provocando una distorsión en nuestra percepción temporal. Como resultado, el tiempo parece más corto de lo que realmente es. Por el contrario, esta subestimación del tiempo no ocurre cuando miramos un objeto no social.

Estos resultados, publicados en la revista Cognition, permitirán desarrollar una herramienta de diagnóstico para evaluar los mecanismos que operan en personas sensibles a la mirada social, y luego actuar en consecuencia si se detectan trastornos en el procesamiento de los estímulos sociales, por ejemplo, en el caso del autismo o la esquizofrenia.

La forma en que miramos a los demás y la forma en que percibimos la mirada de los demás tiene un gran impacto en la comunicación social, una función fundamental llamada cognición social.

“Desde pequeños aprendemos a descifrar los sentimientos e intenciones de nuestros interlocutores a través de sus ojos. Así, encontrarse con la mirada de alguien es una situación social muy común, pero siempre conduce a un sentimiento particular”, apunta Nicolás Burra, investigador de la Sección de Psicología de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación (FPSE) de la UNIGE, y primer autor del estudio.

Se plantean dos hipótesis para describir esta situación: una dice que el contacto visual con los demás genera directamente una reacción emocional, sin pasar por nuestra atención.

La segunda hipótesis es que el contacto visual activa un procesamiento atencional rápido y automático, que posteriormente genera una respuesta emocional.

Nuestra percepción del tiempo está influenciada por la emoción y la atención.

Para probar estas hipótesis, los investigadores de UNIGE analizaron la forma en que percibimos el tiempo, que varía según el procesamiento emocional o atencional del estímulo visual.

“Efectivamente, se ha demostrado que cuando nuestras capacidades emocionales tienen que procesar un estímulo visual desagradable, por ejemplo, si nos piden que evaluemos el tiempo de aparición de una gran araña, sobrestimaremos el tiempo que transcurre, dando al mismo tiempo la impresión de que fluye más rápido de lo que realmente lo hace”, explica Nicolás Burra.

Así, nuestra capacidad de evaluar el tiempo se ve perturbada por la carga emocional y se acelera. Por el contrario, cuando el estímulo visual es procesado por la atención, ocurre el efecto contrario: enfocados en un estímulo que es muy importante para nuestra atención, subestimamos el tiempo que transcurre y miramos el objeto durante más tiempo de lo que imaginamos.

“Al analizar cuánto tiempo una persona estima que ha estado mirando un objeto, podemos determinar si el contacto visual entre dos personas ha sido más en búsqueda de atención o de emociones”, dice el investigador con sede en Ginebra.

Miradas desviadas versus contacto visual

Para evaluar el impacto del contacto visual en nuestra percepción del tiempo, 22 participantes observaron una serie de casi 300 rostros moviendo sus ojos: o miradas estableciendo contacto visual directo (los ojos miran al vacío y luego captan la mirada del participante) o miradas desviadas (se hace el mismo movimiento ocular, pero el rostro y la mirada del participante nunca se encuentran.

Durante un período de 20 minutos, los participantes evaluaron subjetivamente las diferentes duraciones (entre 1 y 2 segundos, cercanas a las interacciones sociales cotidianas) de estas interacciones sociales.

“Si bien las miradas desviadas no distorsionan nuestra percepción del tiempo, encontramos que, por el contrario, cuando las miradas se cruzan, los participantes subestiman sistemáticamente la duración de estos contactos visuales”, dice Nicolás Burra. Este experimento revela que el contacto visual no afecta principalmente al sistema emocional, sino al sistema de atención que nos distrae de nuestra capacidad para evaluar el tiempo.

Para evaluar estos resultados, los investigadores de UNIGE realizaron el mismo experimento con otros participantes, utilizando objetos no sociales que realizaban los mismos movimientos que la mirada. En ese caso, no se observó ninguna distorsión de la percepción del tiempo. Lo mismo ocurría cuando un rostro estaba estático. “Parece que no solo se requiere una mirada, sino también un movimiento”, apunta el neurocientífico.

Sin embargo, se detectó el efecto de distorsión del tiempo cuando a los participantes se les mostraron solo movimientos oculares esquemáticos o partes móviles de los ojos sin el resto de la cara, una situación que es similar a la interacción social con una máscara.

Pero va más allá, porque este efecto también se encontró en un experimento online con un centenar de personas, corroborando y generalizando los resultados obtenidos en el laboratorio.

El contacto visual capta la atención

Esta serie de experimentos muestra que el contacto visual y los estímulos sociales afectan de forma preferente la atención. “Esto explica la sensación que sentimos cuando alguien nos mira a pesar de que todavía no nos hemos cruzado con su mirada”, explica Nicolás Burra.

Este trabajo permitirá evaluar y luego intervenir con mayor precisión sobre los procesos atencionales o emocionales en personas que padecen trastornos en el procesamiento de los estímulos sociales, caracterizados por una falta de interés, una mala interpretación de la mirada o por una reacción emocional extrema a la mirada de otros, como en personas autistas, esquizofrénicas o personas que sufren de ansiedad social.

Actualmente, el equipo de investigación está llevando a cabo este experimento con niños y personas mayores, con el fin de observar la evolución de este procesamiento preferencial del contacto visual por atención.

Nicolás Burra concluye: “Este estudio da sentido a la sensación de que el tiempo se detiene cuando nos encontramos con la mirada de otro”.

Fuente: Universidad de Ginebra.

Imagen: La imagen es de dominio público.

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