María J. López Juez es neurobióloga y una apasionada de su trabajo, de lo que hace y de cómo lo hace. Solo hay que escucharle hablar de desarrollo cerebral infantil para entender la clave de su éxito. Licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad Autónoma de Madrid, con 24 años cursó una beca en The Institutes for the Achievement of Human Potential de Philadelphia, al noreste de Estados Unidos. También es doctora en Neurociencia por la Universidad Complutense. Actualmente centra su labor profesional entre el Centro de Organización Neurológica Neocortex, que dirige desde el año 2000, y la docencia en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
1. ¿Por qué se interesó por el campo del desarrollo cerebral infantil?
Cuando estudié Ciencias Biológicas hice la especialidad ‘Bioquímica y Biología Molecular’, ya que realmente quería tener una carrera profesional científica y me apasionaba entender cómo funcionaba el cerebro. Pero en aquella época, en España, había poca investigación y con 24 años me concedieron una beca en Estados Unidos, en concreto en un centro que trabajaba en el desarrollo cerebral infantil. Esta circunstancia hizo que me iniciara en este ámbito de actividad y comencé a trabajar con niños con problemas y lesiones cerebrales.
2. Entonces, dejó la investigación por la clínica, ¿verdad?
Sí, aunque la investigación sigue siendo mi gran pasión, no tiene nada que ver con la clínica. Mi vida profesional ha estado siempre dedicada a los niños con problemas de desarrollo cerebral. De hecho, el próximo mes de enero de 2017 se van a cumplir 30 años desde que comencé mi labor con niños con problemas de desarrollo cerebral infantil. Dedicarme a trabajar con niños ha sido la mejor decisión de mi vida.
3. ¿Qué hace una bióloga en el mundo de los niños?
Suele llamar la atención. Y es que mi objetivo en un principio no era trabajar con niños, sino con cerebros, en sus distintas presentaciones. Si hubiera sido mi objetivo hubiera estudiado otra cosa, como Magisterio o Psicología. Sin embargo, mi formación hace que tenga una visión muy “biologicista” de todo el trabajo que desempeño y creo que es una grandísima ventaja, ya que a la hora de hacer terapia lo hago desde un enfoque muy centrado en el órgano del cerebro, desde el punto de vista de la neurociencia. Tengo la ventaja de entender el cerebro y poder explicar su funcionamiento.
4. En el año 2000 creó el Centro de Organización Neurológica Neocortex. ¿Qué le llevó a ello?
Antes de Neocortex estuve inmersa en varios proyectos. En primer lugar estuve trabajando en Estados Unidos, más tarde tuve un despacho profesional, y ya en el año 2000 creé Neocortex porque quise emprender sola en una línea de trabajo diferente, más orientada al desarrollo cerebral. Hoy en día somos seis personas, cada uno con una formación distinta, desde Magisterio hasta Nutrición, pasando por Psicología, Pedagogía o Medicina, por lo que ofrecemos una visión muy multidisciplinar. Además, hacemos un trabajo muy personalizado, ya que nos dedicamos a estudiar cómo crece y se desarrolla el cerebro, caso por caso, lo que implica que en aquellos niños en los que no se han construido los circuitos cerebrales como debería, hay que generar unos circuitos nuevos alternativos y sustitutorios, y eso es un trabajo muy artesanal. Frente a la tendencia actual de masificación, nuestro trabajo es muy similar al de un artesano, ya que las circunstancias familiares, el desarrollo o la historia clínica previa son únicos e irrepetibles. Tienes que ver qué es lo que estás buscando y cómo lo puedes generar en el cerebro de ese niño.
5. ¿Qué diferencias destacaría en el desarrollo cerebral infantil, o neuro-desarrollo, en estos 16 años que han transcurrido desde que fundó Neocortex?
Uno de los grandes avances ha sido que la sociedad ha entendido que el que aprende es el cerebro. Hace 16 años se creía que el que aprendía era el niño. La neurociencia se ha instalado con nosotros, de tal forma que ahora se empieza a hablar de neuro-optometría, neuro-economía, neuro-educación, etc. Es decir, quizás uno de los temas fundamentales es el cambio de paradigma que se está dando a nivel social sobre la importancia que tiene el conocimiento del cerebro en todo el trabajo que hacemos. Creo que somos más respetuosos a la hora de entender los procesos cerebrales y más conscientes en el diseño de programas de intervención, porque sabemos que la incidencia recae sobre el cerebro. Cualquier tema que pase por el conocimiento del cerebro nos hará más eficaces a la hora de conseguir que funcionen nuestros programas de estimulación cerebral.
6. ¿Y cómo era la situación anterior cuando se creía que el que trabajaba era el niño?
Voy a explicarlo con un ejemplo práctico y actual. Hace poco estaba dando clases a maestros sobre prevención de problemas de aprendizaje y muchos aún creían que leemos con los ojos. Aún tenemos el gran problema de que maestros que llevan 20 años enseñando a leer a niños no saben que leemos con el cortex visual y que escribimos con las áreas del cerebro encargadas de la escritura, no con la mano. Por ello, en estas sesiones intento explicar que se escribe y se lee con todos tus circuitos cerebrales, lo cual te permite entender que para la lectura no solo tiene que haber madurado la capacidad visual, sino también la capacidad motora y la emocional. En resumen, el hecho de asignar la tarea al cerebro nos permite entender que el proceso es mucho más global.
7. ¿Cuáles cree que son las causas que han contribuido al conocimiento de este ámbito en la sociedad?
Creo que ha ayudado bastante que tanto Naciones Unidas como la OMS (Organización Mundial de la Salud) hayan llevado a cabo campañas de divulgación sobre neurociencia durante la década de los 90, así como toda la difusión periodística y científica que se ha realizado durante los últimos años en temas de cerebro. Por supuesto, no hay que olvidar el trabajo desempeñado por todos los profesionales en los diferentes campos implicados, como la Optometría, la Educación, etc. Desde que en 1906 le concedieran el Nobel de Medicina a Ramón y Cajal por describir las neuronas, hemos necesitado más de un siglo de estudio y trabajo de laboratorio para que ese conocimiento llegue a la calle. Por esta razón, creo que el siglo XXI es el siglo de la neurociencia.
Además de todo esto ha habido un aumento de la formación especializada en los últimos años. Por ejemplo, cuando he dado clases a optometristas me he encontrado con profesionales muy orientados hacia los ojos en concreto, y hay que decirles que los ojos son el órgano receptor, pero que lo interesante es qué hace el cerebro con lo que le mandan los ojos. En este punto creo que Pilar Vergara ha hecho un gran trabajo en España para aclarar el concepto entre vista, o lo que hacen los ojos desde el punto de vista de recogida de la información, y visión, o qué hace el cerebro con lo que le mandan los ojos. Son conocimientos que surgieron a partir de un grupo de profesionales que en su día estudiamos en Estados Unidos y que los trajimos a España. Y no solo eso, sino que lo hemos contado con la misma pasión y entusiasmo con el que lo descubrimos. De no haber pasado esto, puede que nos hubiésemos quedado con que lo importante son los ojos o los oídos, en vez de qué es lo que hace el cerebro con lo que le envían los ojos y los oídos.
8. ¿Qué trabaja más con los hijos o con sus padres?
En realidad, los responsables últimos de la organización neurológica de un niño no son los profesionales, sino los padres, ya que para el desarrollo cerebral necesitas dos cosas: la genética y el ambiente, y ambos aspectos provienen de los padres. Posteriormente, ya aparece en escena el Colegio, el paso a la vida social. De esta manera, como yo no estoy presente en los hogares de los niños con los que trabajo, ¿cómo puedo ayudar entonces a un niño? La única manera es enseñando a los padres cuál es mi visión del cerebro, para que ellos entiendan qué es lo que está pasando con su hijo. De hecho hay una parte fundamental en mi trabajo que es la formación de padres, porque si ellos entienden qué pasa en el cerebro de sus hijos las cosas van a cambiar muchísimo, ya que son ellos los que le darán el entorno de desarrollo más favorecedor.
9. ¿Quién lleva al niño a consulta, los padres o los profesores?
Casi siempre son los padres, aunque hay veces que son los profesores los que detectan la dificultad, como por ejemplo que el niño no está hablando al nivel que corresponde a su edad, y recomiendan a los padres que nos lo traigan. Aún así, lo normal es que acudan al logopeda o tengan un profesor de apoyo, por eso todavía nos queda mucho camino por recorrer, ya que si un niño tiene problemas de lectura, normalmente los padres recurren a un profesor de apoyo, no a un optometrista. Por eso también es muy importante formar a los profesores, porque ellos van a poder orientar mejor a los padres al detectar el problema.
10. ¿Y ve indicios de que vaya evolucionando el conocimiento de la sociedad hacia este tipo de tratamientos?
Sí, tengo una visión optimista y creo que vamos evolucionando, aunque no tan rápido como a algunos nos gustaría. Cuando llegué de Estados Unidos pensaba que en diez años le daba la vuelta al mundo, pero llevo 30 trabajando y, aunque he mejorado la percepción de mucha gente, no hemos hecho un cambio radical en la sociedad. Creo que profesionales como los optometristas de SIODEC o nosotros somos la punta de lanza de lo que está pasando en la sociedad y creo que estamos cambiando bastantes aspectos.
11. ¿Podría concretarnos algunos casos de éxito con los que haya trabajado?
Trabajo con niños que van desde lesiones cerebrales profundas, como parálisis cerebral, prematuro bajo de peso o autismo; hasta más leves, es decir, niños con problemas de lectoescritura. En realidad mi trabajo es hacer andar a los que no andan, poner a hablar a los que no hablan y dar herramientas cognitivas a los que tienen problemas. Las tres grandes oleadas madurativas del cerebro: la bipedestación, el lenguaje y la lectoescritura. Hay veces que hemos obtenido resultados maravillosos en niños que no andaban, y lo hemos conseguido. Creo que no hay nada tan potente como esto. O, por ejemplo, niños con parálisis cerebral de dos años de edad, que no andan y que, tras 3 o 4 años de trabajo, logramos hacer que puedan hacerlo. Incluso niños que no hablan, como los del espectro autista, y lograr que digan a su mamá ‘te quiero mucho’.
Uno de los casos más sorprendentes fue el de una niña prematura, baja de peso, que tenía problemas serios, sobre todo visuales, y de la que no sabíamos ni siquiera si iba a poder hablar. Le hemos ido acompañando en todo su desarrollo y ahora, con 8 años de edad, se encuentra en su curso, en 3º de Primaria, sin repetir, leyendo y escribiendo.
12. ¿Llevan a cabo mucha formación?
Sí, suelen ser jornadas dirigidas a padres, pero sobre todo a profesionales como profesorado, logopedas, psicólogos, pedagogos, optometristas, etc., tanto de centros públicos como privados. Además, imparto sesiones en un Máster de Neuropsicología y Educación a profesionales que buscan soluciones concretas con niños, para tratar la causa subyacente, no el síntoma. En nuestro ámbito de trabajo, donde incluyo a SIODEC, cuando hablamos del cerebro queremos dar a entender que no hay que quedarse en el síntoma externo del niño, sino explorar cuáles pueden ser las causas subyacentes que generan ese síntoma, porque el tratamiento del síntoma no resuelve el problema. Por ejemplo, si un niño tiene problemas de lectura, eso es un síntoma, y leer más no es un tratamiento. Hay que ir a la causa subyacente, que pueden ser problemas de oculomotricidad o de procesamiento visual. Es como dar paracetamol cuando el niño tiene fiebre, pero eso no soluciona la infección de garganta. Parte de mi trabajo con todos aquellos profesionales que trabajan aspectos específicos del niño es darles una visión más global del desarrollo cerebral.
13. ¿Está consolidada la figura del optometrista para trabajar este tipo de funciones y para la estimulación infantil?
Creo que cada vez más, aunque es verdad que hay que incrementar la formación sobre Optometría Comportamental, especialmente en el profesorado. Tenemos que seguir trabajando en difundir la figura del optometrista comportamental en los temas de aprendizaje del niño. Creo que se ha avanzado bastante en la última década, pero todavía nos queda trabajo al respecto.
14. ¿Cree que las cifras de fracaso escolar son más altas en la actualidad?, ¿por qué?
Sí, claramente. Creo que tenemos más fracaso escolar debido a tres factores:
– En primer lugar: la mejora médica. Ahora hay menos niños en situaciones graves, y ese hecho hace que aumenten los niños con problemas de lenguaje y aprendizaje. Es decir, el hecho de que estemos mejor en el mundo de la educación especial, implica que somos más en el mundo de los problemas de aprendizaje, no que estemos peor.
– También es verdad que nos encontramos en un mundo cada vez más complejo tecnológicamente, con lo cual el niño no puede estar solo en buenas condiciones durante su proceso de desarrollo, sino en perfectas condiciones. De igual forma, para el proceso escolar muchos niños tienen que tener un enfoque visual perfecto, excelente. No puedes exigir menos que la perfección para dedicarte a algo que tiene mucha carga cognitiva. A día de hoy, en un mundo tecnológico y complejo, la lectura no es superficial sino profunda, ya que la carga cognitiva de nuestra sociedad va en aumento.
– La crianza de los niños ha cambiado bastante de 0 a 6 años y no es la misma que hace 20 o 30 años. Actualmente los niños van a la guardería a los 4 meses. Antes no nos escolarizábamos hasta los 4 años. Es decir, los periodos críticos del desarrollo infantil se desarrollaban antes dentro del entorno familiar, mientras que ahora se lleva a cabo en la escuela. Esto tiene ventajas pero también inconvenientes, porque, por ejemplo, si tienes mocos en los oídos, tu desarrollo del lenguaje va a ser muy complejo porque no oyes todo lo bien que deberías. Además, estás junto a 20 niños y cuando se cura uno se pone malo otro. Incluso antes, la interacción era 1-1 (mama-niño), y ahora 1-25. En este sentido, esos niños con problemas de desarrollo del lenguaje van a tener problemas en el desarrollo de la lectoescritura.
15. En su libro ‘¿Por qué yo no puedo? Fundamentos biológicos de las dificultades del aprendizaje’, informa a los padres y profesionales de la importancia de diversas áreas del desarrollo en el proceso de aprendizaje. ¿Es tan alto el grado de desconocimiento del desarrollo de un niño?
Creo que hemos ganado y perdido mucho. Se profundiza cada vez más, y esto es muy bueno, pero creo que nos encaminamos hacia una sociedad que funciona en departamentos estancos: si yo sé de visión, me especializo mucho, pero no sé de otros aspectos. Y creo que en algunos casos hemos perdido una visión más global, si es que alguna vez la hubo. En este sentido, creo que hay que trabajar para que exista el especialista en neuro-desarrollo, figura que nunca ha existido en España. La especialización nos permite saber mucho de nuestro campo, pero luego el integrar esos conocimientos con otros profesionales corre de nuestra parte y nuestro esfuerzo personal. En este punto SIODEC hace un trabajo muy importante en cuanto a integrar la formación optometrista con otros componentes del desarrollo, que no son estrictamente visuales, para que el profesional tenga una visión más global del niño.
16. ¿Por qué cree que los gestores de lo público, es decir, la clase política, no tiene en cuenta estas aportaciones en neurociencia, como las de su libro, a la hora de mejorar el sistema educativo?
Les pilla muy lejos. Es un trabajo que nos queda por hacer. Lo primero de todo es que se comience a escuchar la neuro-educación, ya que todavía se trata de algo pionero para ellos. Pero creo que la sociedad va a ir cambiando a lo largo de los próximos años y que conseguiremos que los políticos no sean una excepción.
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